
Pensamiento positivo, menos recriminatorio conmigo
Hubo un tiempo en el que mi diálogo interno era mi peor enemigo. Me castigaba por todo: por no hacer más, por cansarme, por equivocarme. Un día entendí que la voz con la que me hablaba no era mía, sino una mezcla de miedo, hábitos aprendidos y exigencias ajenas. Cambiarla fue un acto de amor propio, y uno de los pasos más fuertes hacia mi estabilidad emocional.

